10 Música- El dúo sueco se reencontró con sus fans argentinos brindando un show intenso y pleno de hits. Apenas 24 horas después de la tercera e inolvidable visita de U2 a la Argentina, y guardando las debidas distancias, Roxette se las arregló más que bien para revalidar sus credenciales de referente internacional del pop frente al público local en la primera de las dos funciones previstas en el Estadio Luna Park. A 16 años de su último recital en vivo en estas tierras (1995 en Ferro), y luego de su debut en Vélez en 1992, un viaje relámpago promocional en 1999, un paréntesis como solistas y la afortunada recuperación de la cantante Marie Fredriksson tras sufrir un tumor cerebral en 2002, el dúo sueco no ahorró energías para desplegar su reconocido arsenal de pop fino, amable y altamente radial que lo catapultó al centro de la escena durante gran parte de los noventas, combinando la mejor tradición melódica de The Beatles con la elegancia melancólica de sus coterráneos de ABBA. Aún en momentos en que la atención mundial estaba enfocada en el grunge, el rock alternativo, el nu metal, el rap y su propuesta parecía quedar desfasada y a contramano de las modas, el grupo oriundo de la ciudad de Halmstad, incluso a riesgo de sumergirse en el olvido eterno, jamás claudicó en su cruzada de pop amigable y de destellos románticos. Ese fue, precisamente, el Roxette que pisó el escenario del estadio de Corrientes y Bouchard, con un comienzo demoledor de la mano de “Dressed for success”, “Sleeping in my car” y “The Big L”. Acompañado por una puesta un tanto despojada, conformada por una gigantografía de Per y Marie como telón de fondo y apenas dos tarimas para sostener a la batería y a los teclados respectivamente – sólida y correcta formación que se completó con una segunda guitarra, un bajo y una corista - , el binomio escandinavo supo conducir a sus fans (los fieles “joyriders” que jamás dejaron de cantar) por pasajes de suma intensidad y otros más calmos, en donde los temas del flamante álbum Charm School – entre ellos el hit “ She’s got nothing on (but the radio)” - no desentonaron de los cánones generales que suele manejar la dupla. Mientras Per Gessle paseó su rostro de eterno adolescente y su guitarra de un lado al otro del escenario haciendo las veces de “director de orquesta”, fue Marie Fredriksson la que concitó toda la atención con un registro vocal dulce, cristalino y que lució con mucho más esplendor en baladas como “Wish I could fly”, “Perfect day” y “Listen to your heart”. Enfundada en un ajustado pantalón de cuero negro que acompañó con una campera al tono, y siempre con el look punk en su cabello, la blonda cantante denotó un estilo un tanto estático en escena, prefiriendo quizás concentrarse más en su rol de prolija intérprete antes que en el de movediza showoman. “It must have been love”, “Dangerous”, “Joyride”, “Spending my time” y “The look” conformaron las mejores instantáneas de un show en el que Roxette confirmó que no le interesan los cambios musicales bruscos ni las búsquedas pretensiosas y que, sin dudas, el pop es su refugio, su templo desde el cual pretende seguir generando lo que mejor sabe: entretener.
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